jueves, 23 de noviembre de 2017

Camino.

Golpea una tibia melodía de piano 
las horas muertas al esperar
una maldita respuesta por tu parte.

Puntean los mirlos al alba cantos de cuna
y yo les pregunto
qué mal les alumbra.

Y si camino , encuentro
un par de vidas,
un par de todo,
un par , parecido a uno.

Silban las hojas a mi paso,
corre el rumor de las voces apagadas
y mi paso pasa.

Ceso en el intento de avanzar,
quedo atrás viendo un pasado,
quedas delante viendo un futuro.

miércoles, 18 de enero de 2017

Tu huella 1.



Efímera filigrana es el tiempo
que separa tu alma de mi cama.
Somos dos entes con un mismo destino:
ser uno en la nada.

jueves, 26 de febrero de 2015

En coma

Resultado de imagen de atardecer blanco negro

Lloran las flores pétalos secos.
Un niño pierde su enferma infancia
como el reloj pierde los segundos
en un efímero y fugaz eco.

Un tímido y moribundo instante tambalea,
una incrédula idea cae,
golpea a un poeta por la tarde:
se abren los ojos, se cierra el alma.

Poesía emana entre las zarzas,
como de las fervientes olas la espuma;
espera ser recogida. 


martes, 20 de enero de 2015

¿Qué es?


Algunos creen en el amor,
otros dicen que no,
que es sólo un rumor,
una rara ficción.

¿Qué son tus abrazos,
tus besos en mi rostro?

Según unos nada ,
pero yo sé que son todo.



lunes, 5 de enero de 2015

Historia de una madre.






Al atardecer sobrevolaban las palomas el campanario donde doña Sofía iba a rezar por tercera vez ese domingo.

Al llegar a la puerta del casi derruido lugar de culto, se detuvo a leer lo que ya llevaba leyendo un día tras otro desde hacía cinco meses. Con su avanzada edad no veía más que el nombre de su pequeño hijo, José ,enmarcado en papel de esquela , tan rígido que ni el calor de un beso podía doblarlo, como ya comprobaron hace unos meses un grupo de científicos en Suiza.

Una tibia gota de amor de madre rezumaba de sus largas pestañas y caía por su delicado cuello hasta llegar a sus caídos senos, todo recubierto por un negro vestido de luto que años antes compró a un mercader que decía ser de una tierra yerma del este. Entró en la Iglesia. Frente a la entrada se hallaba una pila con agua bendita ,de la cual cogió costumbre de refrescarse la frente cada mediodía.

José fue un muchacho idílico salvo por un error fatal que le llevó a la muerte  y, este error, no fue otro que enamorarse de la mujer equivocada y descubrir que tenía ya un buen marido que la quisiera. El amor que José sentía por Cecilia no duró mucho pues el pobre adolescente sufrió un colapso nervioso desembocando en un ataque al corazón que lo fulminó en su habitación. Según contaban, murió solo y con su gata mirándole fijamente.

Doña Sofía encontró el cadáver de su hijo pocas horas después de su muerte; acto seguido, se desmayó y no recobró conciencia de sí hasta ya pasada la media noche. Ya en cama, recobrada la conciencia, no paraba de llamar a su marido y gritar el nombre de su hijo a cada segundo.

Terminada la jornada de rezos, Doña Sofía se quedó admirando una pequeña figura de madera pintada y barnizada varias veces con gran maestría. Una repentina brisa le golpeó la cara mientras admiraba el gran cúmulo de madera semiputrefacta, caminó hacia la salida; de un instantáneo escalofrío sintió como su vida se desvanecía bajo el gran portón de acero pintado de marrón que presidía la escalofriante escena.


En ese momento nació una bella mariposa que tímidamente voló hacia la tumba de su amado hijo y se quedó abrazándola hasta la llegada del cuerpo de Sofía. Una semana más tarde nacieron dos estrellas nuevas en el cielo que iluminaron el firmamento con un portentoso calor.

jueves, 1 de enero de 2015

Lo eterno.






Era una lluviosa noche de invierno, los relámpagos centelleaban al son de un vals mudo que bailaban las farolas. Todos estaban reunidos en el salón, decorado con un árbol de navidad por allí y una botella de cava por allá, menos el ya arrugado rostro del abuelo que se ausentaba  como ya era costumbre desde hacía tres años durante unas horas.

Caminaba ora nervioso, ora casi paranoico por el pasillo de la entrada esperando la entrada del amor de su vida  que siempre aparecía entre luces, sombras y, finalmente, con un destello de luz proveniente del más allá. Era curioso ver su rostro cada navidad, ese amor perdido que no volverá que cantan muchas canciones, para él era una mera ilusión; recibía en alma a ser que más había amado en los últimos cincuenta años.

Esa luz lo cubría tan tenuemente que alcanzaba la escala del destello de los ojos tristes de un adolescente que conoció el amor por primera vez; su cuerpo, danzaba sobrevolando el parquet que sostenía las incansables piernas de aquel viejecito.

La familia como todo grupo de humanos miserables, ansiosos por envejecer más y con peor salud, se dedicaba a comer ansiosamente de los manjares de la gran mesa de roble con bordes que ya no terminaban en un ovalado pico sino en un mantel rojo con pequeñas migajas. La gran lumbre, por su parte, se dedicaba a darles con gran repulsión haces de luz y calor del barato para mantenerlos, un instante más, con vida.

La luz del viejo pasillo no sabía si encenderse o apagarse: estaba agonizando. Un par de figuras flotantes y casi inertes subían las escaleras; a cada paso que daban, el sonido de un dulce beso retumbaba en toda la casa. Se acercaron a una gran puerta entreabierta de la cual surgía un calor latente que se sentía casi ferviente alrededor del pomo, de repente, todo se hizo humo.

La transparente figura con grandes barbas descendió lentamente junto con la del vestido de noche hacia una cama con sólo una persona recostada. Se apagaron las luces; quedó todo totalmente oscuro y la tímida sinfonía de aquel cuerpo con su vida se detuvo.

Todo se hizo luz, pero no una luz de vida sino una luz de otro mundo. La figura femenina surgió de nuevo y esta vez estaba triste y tendía su mano al cuerpo del abuelo cuya esencia saltó hacia ella con la vitalidad de hacía ya demasiados años; y lentamente se fundieron en un abrazo eterno, sincero, enamorado.


jueves, 25 de diciembre de 2014

Sirena


Esta madrugada encontré
dormida entre luces y sombras
a una sirena en la piscina.

Hablaba de un mar de amor,
cantaba , cantaba y me enamoraba
con cada son endulzado con ron,
con cada nota entonada al alba.

Y me besó entre agudos,
y se volvió grave la profundidad
de nuestras almas al nadar.