lunes, 5 de enero de 2015

Historia de una madre.






Al atardecer sobrevolaban las palomas el campanario donde doña Sofía iba a rezar por tercera vez ese domingo.

Al llegar a la puerta del casi derruido lugar de culto, se detuvo a leer lo que ya llevaba leyendo un día tras otro desde hacía cinco meses. Con su avanzada edad no veía más que el nombre de su pequeño hijo, José ,enmarcado en papel de esquela , tan rígido que ni el calor de un beso podía doblarlo, como ya comprobaron hace unos meses un grupo de científicos en Suiza.

Una tibia gota de amor de madre rezumaba de sus largas pestañas y caía por su delicado cuello hasta llegar a sus caídos senos, todo recubierto por un negro vestido de luto que años antes compró a un mercader que decía ser de una tierra yerma del este. Entró en la Iglesia. Frente a la entrada se hallaba una pila con agua bendita ,de la cual cogió costumbre de refrescarse la frente cada mediodía.

José fue un muchacho idílico salvo por un error fatal que le llevó a la muerte  y, este error, no fue otro que enamorarse de la mujer equivocada y descubrir que tenía ya un buen marido que la quisiera. El amor que José sentía por Cecilia no duró mucho pues el pobre adolescente sufrió un colapso nervioso desembocando en un ataque al corazón que lo fulminó en su habitación. Según contaban, murió solo y con su gata mirándole fijamente.

Doña Sofía encontró el cadáver de su hijo pocas horas después de su muerte; acto seguido, se desmayó y no recobró conciencia de sí hasta ya pasada la media noche. Ya en cama, recobrada la conciencia, no paraba de llamar a su marido y gritar el nombre de su hijo a cada segundo.

Terminada la jornada de rezos, Doña Sofía se quedó admirando una pequeña figura de madera pintada y barnizada varias veces con gran maestría. Una repentina brisa le golpeó la cara mientras admiraba el gran cúmulo de madera semiputrefacta, caminó hacia la salida; de un instantáneo escalofrío sintió como su vida se desvanecía bajo el gran portón de acero pintado de marrón que presidía la escalofriante escena.


En ese momento nació una bella mariposa que tímidamente voló hacia la tumba de su amado hijo y se quedó abrazándola hasta la llegada del cuerpo de Sofía. Una semana más tarde nacieron dos estrellas nuevas en el cielo que iluminaron el firmamento con un portentoso calor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas gracias por comentar, vuelve pronto ;)